Hay días en
que una se levanta con la sensación de que ocurrirán cosas buenas, aunque ni
siquiera se hayan planificado. No hablo de esas jornadas organizadas y
estructuradas en la agenda, llenas de citas productivas, no. Hablo de esas
veces, escasas y valiosas, en las que el calendario muestra algo previsto, pero
el resto se lo regalo a la improvisación.
Y eso no es algo que yo me permitiera hacer antes, no cuando todavía era la hiper-perfeccionista. Se trata de un logro reciente, un autopremio que de vez en cuando me concedo para parar, para respirar aires distintos, para pensar, para disfrutar.
Y eso no es algo que yo me permitiera hacer antes, no cuando todavía era la hiper-perfeccionista. Se trata de un logro reciente, un autopremio que de vez en cuando me concedo para parar, para respirar aires distintos, para pensar, para disfrutar.
Ayer fue uno de esos días en los que me di permiso. La
única cita formal con la que contaba era mi primer almuerzo con la Asociación Madrileña de Mujeres Directivas y Empresarias
(AMMDE), el resto de compromisos los había distribuido
estratégicamente a lo largo de la semana para poder concederme un poco de
libertad y, como en otras ocasiones, dejarme sorprender por lo que el universo
me tuviera preparado.
Bajé a
Madrid con antelación suficiente para algunas gestiones, pero la serendipia me
obsequió con un episodio mucho más agradable, que no viene al caso pero que me
alegró la mañana. Cuando llegué a Loft 39, empezamos las presentaciones y me
encantó conocer a un buen bouquet de mujeres directivas y empresarias,
participarnos de negocios y proyectos y degustar un exquisito menú.
Pero el plato fuerte esperaba en la mesa en la que tuve el honor de compartir mantel con la Presidenta y otros miembros directivos de AMMDE. La maravillosa Alejandra Vallejo-Nágera nos tenía preparada una deliciosa ponencia sobre una de sus especialidades, la gestión del stress tóxico mediante un método propio de mindfulness. Más allá del brillante personaje público al que ya admiraba hacía tiempo, descubrí a la persona cercana, humilde y profunda que lo sustenta. Desde aquí, te doy las gracias por tus sabias palabras, pero sobre todo por tu lección de humanidad.
Por la
tarde-noche, Alejandra participaba en una clase magistral junto con el Dr.
Ventura Anciones, como acto inaugural del curso académico en el Instituto de
Humanidades Francesco Petrarca. Y, a pesar del interés de muchas de las
asistentes y de su generosidad al invitarnos, casi ninguna pudo asistir a tan
interesante evento, sujetas como estamos a ese loco llamado tiempo y a esa
locura llamada agenda. Pero mire usted por dónde, ese sencillo gesto estaba
reforzando y anclando mi nueva actitud: en ese momento entendí que mi tarde iba
a ser todavía más enriquecedora.
Para
empezar, el hecho de no tener que salir corriendo como es habitual en mí, dio
lugar a una inspiradora charla con otra de las socias, con quien sin duda
querré explorar todas las sinergias que brotaron y nos apasionaron. Después,
paseaba hacia el parking ordenando en mi mente las ideas hiladas sobre un par
de lugares que visitar, incluyendo una parada en alguna cafetería tranquila
para ponerme al día con el correo y las llamadas, postergados desde primera
hora. Pero una vez más, el encuentro con un viejo conocido, otra sorpresa que me
llenó mucho más que todos los planes posibles.
Cuando al
anochecer me senté en el salón de actos, pensaba cuántas personas afines me
había encontrado durante el día y qué afortunada era. Pero no habían acabado de
aparecer: a mi lado, una dulce señora entabló una amena conversación conmigo y
me acompañó durante todo el evento, aportando notables observaciones. También
faltaba reencontrarme con una de las asistentes a la comida, con la que pude
tomar parte del cocktail y de otra agradable conversación.
Entre
medias, una conferencia digna del mismísimo Petrarca. Un estilo propio qu nadie
hubiera imaginado proviniendo del Jefe de Neurología de dos importantes
hospitales madrileños. Pero sobre todo, una completa disertación sobre el
cerebro humano, la evolución, la técnica, la sociedad, la política y la
filosofía. Y como broche de oro, de nuevo Alejandra se dirigió a nosotros,
desplegando su rico universo interior y prestándonos su conocimiento sobre la
mente y sobre lo humano, con su particular visión positiva, su mirada serena y
franca sosteniendo su contagiosa expresividad.
Y sí, la
tecnología es la gran trampa si no la sabemos utilizar con mesura y cordura.
Sin embargo, también me da la posibilidad de darles las gracias a todos ellos
desde aquí y decirles que anoche llegué a casa casi de madrugada y exhausta,
pero con una enorme sonrisa pintada debajo del gloss ;-)
En
definitiva, uno de esos días que sabes cómo empiezan, pero no cómo acaban… y te
sorprenden, cómo no. Mi intuición me dice que ha sido la primera pero no será
la última. Las mujeres valientes e intensas siempre se acaban reencontrando por
el mundo.
Aquí tenéis el completísimo resumen oficial que
han elaborado desde AMMDE. Por mi parte, sólo quería, además del cerebro, poner
el corazón.
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