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15 de octubre de 2010

VERDAD2: El coaching desahoga menos que un amigo, pero es más útil

La segunda vez que pregunté qué era el Coaching, me contestaron: es un método de desarrollo personal que viene a rellenar un espacio entre el asesoramiento psicológico y el consejo del amigo bien intencionado. Y me sonó bien. Me gustaría matizar en qué consiste este espacio de reflexión.


Cuando empecé en esto de ser coach, acompañé en sus procesos a varias personas que ya conocía, algunos de ellos amigos de toda la vida. Y lo primero que les tuve que aclarar, tras ver algunas caras de sorpresa, es que los coaches no damos ni opinión ni consejo. Así de asertiva, así de convencida. Y esa es, como ya veremos, una de las principales diferencias con un asesor, un consultor, o un mentor.

Veamos si soy capaz de argumentarlo. Como tengo bastante empatía (digamos que ya la tenía “de serie”, antes de formarme como coach), podría llegar a identificarme tanto con tu asunto que eso me incapacitara para ayudarte. La empatía es estupenda a priori, pero en según qué contexto (o si no la uso en su justa medida) podría resultarme contraproducente.



Digamos que, por ejemplo te ha dejado tu mujer. Si “sólo” somos amigos, podría solidarizarme contigo y ponerla verde entre los dos. Pero no creo que eso te ayudara mucho… Sí, quizá te desahogarías un rato, pero con eso tu vida no iba a mejorar sustancialmente. Y tú seguirías sin mujer y sin saber qué hacer con la pena, la rabia o la impotencia.
Entonces, ¿para qué te sirvo? Para hacerte de espejo. Para que pienses diferente. Para que te oigas mientras me lo cuentas. Para que escuches el diálogo interno que estás manteniendo paralelamente. Para que veas nuevos puntos de vista. Para que decidas qué hacer con toda esa tristeza, ira, o frustración.


Los buenos amigos nos acompañan en todos estos procesos. Los grandes amigos lo son porque siempre están ahí, llueve o truene, o incluso salga el sol. Pero un amigo rara vez será imparcial. Porque está poniendo en juego muchas implicaciones personales. Porque quizá no esté entrenado para la ecuanimidad y se ‘enganche’ con alguno de sus propios asuntos. Porque te conoce tanto, que quizá se haya olvidado de quién más puedes ser. Porque quizá no haya desplegado todo su potencial y por eso no sepa hasta dónde eres capaz de llegar tú.



Un coach te reta a nuevos horizontes y te ayuda a descubrir tu propio camino, sin decirte cuál escoger. Pone en tela de juicio tus juicios. Cree en ti pero no en tus creencias. Piensa a través de ti pero no por ti. Siente tus emociones sin sentirlo-por-ti.

Y lo que pasa a veces, en esas contadas ocasiones en que el espejo es tan brillante que hace que las almas se reconozcan, es que los coaches también nos acabamos haciendo amigos de nuestros coachees, para qué te lo voy a negar. Pero esa es otra historia…




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