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17 de abril de 2015

Emociones, tus grandes aliadas

¿Reprimes tus emociones? ¿O las sueltas cual arma arrojadiza? ¿Las liberas o las gestionas? Os comparto un artículo en el que he participado, junto con otros expertos en gestión emocional.



http://www.mujerhoy.com/psico-sexo/vivir-positivo/emociones-negativas-necesarias-llora-866043042015.html
Ríe, llora, grita, enfádate y ama... ¡es sano para ti!

MUJER HOY: Qué sentimientos cree usted que, aunque a priori puedan parecer negativos, son necesarios y hasta constructivos? ¿Por qué? ¿De qué modo habría que abordar esos sentimientos y actitudes para sacar lo mejor de aquello que supuestamente es negativo?”
ELISA AGUDO: Aquí van algunas ideas sueltas, con la intención de recopilar muchos pensamientos surgidos en charlas y con clientes, hasta que vayan tomando nueva forma ;-)

El problema comienza cuando creemos que las emociones son el enemigo y que hay que eliminarlas, reprimirlas, o aguantarse. O bien, cuando hacemos caso omiso de las mínimas normas de cortesía y las expresamos desbordadas, sin medida, hiriendo a los demás. En realidad, nuestras emociones son nuestras aliadas, pero nadie nos contó esto de pequeños. Son la forma que tiene nuestro ser de transmitirnos un mensaje, igual que el cuerpo lo hace mediante el dolor. Lo importante es reconocerlas, darles cabida y permitir que se expresen, para que podamos liberar toda esa energía retenida y fluir con libertad.


Existen diversas teorías al respecto, pero la mayoría de autores coinciden en que las emociones básicas son cinco:

·           MIEDO – Es la emoción más antigua, la única de cerebro reptiliano. Nos sirve para sobrevivir, pues nos alerta de los peligros para que nos defendamos. El riesgo en el mundo de hoy es que nos enfrentamos a algunos peligros que no son de vida o muerte, algunos ni siquiera son reales sino proyectados. Y el organismo cuenta con dos modos de funcionamiento que se inhiben uno al otro: modo desarrollo y modo defensa. Si entrase un puma en esta habitación, no tendría sentido que las células epiteliales de mi rostro se esforzasen en lucir lustrosas, el cuerpo se enfoca en lo imprescindible para la huida: acelerar el pulso, dilatar las pupilas, segregar adrenalina y dopamina, afinar los sentidos, vaciar los intestinos… lo que en inglés conocemos como el modo fight or flight, lucha o huye. Pero si mantengo ese estado de alerta durante un tiempo excesivo, el cuerpo no distingue entre real y fantasía, mantiene todos los órganos preparados para salir corriendo, a costa de nuestra salud. Prestemos atención entonces a cuál es el miedo que nos atrapa y qué nos quiere decir, para volver a nuestra serenidad, fundamental para vivir sanamente.


·            TRISTEZA – Nos recuerda que hemos perdido algo y nos invita a descansar para reponernos. Por eso es tan importante admitir que estamos en duelo, para dejar salir ese dolor y volver a encontrar nuestro centro, nuestra autoestima, nuestra esencia. Opera igual que esos resfriados inoportunos que nos sorprenden a punto de emprender un viaje o simplemente comenzar el fin de semana. ¿Pero es que no me podía haber puesto malo mejor un lunes, por favor? - nos decimos. Y no, realmente no. Tu cuerpo ha entendido que ese estado carencial o stress era una cuestión vital y, hasta que no has bajado la guardia, no se ha derrumbado agotado, para tratar de recomponer el desaguisado y poner en marcha toda la maquinaria de recuperación y autosanación. Pues lo mismo con la pena: siempre nos parece inoportuna, pero precisamente llega en los momentos en que es precisa una tregua en nuestra vorágine: aprovechemos para una reflexión profunda, un respiro (ante las prisas) y muchas respiraciones (desde el abdomen, como los bebés).

·            ENFADO – Cuando sentimos enfado (o ira, en su máxima expresión) es una clara indicación de que no hemos sabido marcar nuestros límites. A veces volcamos esa responsabilidad en el de enfrente, porque “se han saltado” nuestros límites, esa postura nos resulta más fácil. Recuperemos nuestro poder personal asumiendo que nosotros, sin querer, lo hemos consentido porque la frontera no estaba bien definida. Por eso es tan primordial que sepamos mostrarles este mecanismo a nuestros hijos, pues necesitarán saber hacerlo cuando crezcan. El modelo de amiguismo no funciona correctamente (por mucho que genere relaciones paterno-filiales más apetecibles), porque al llegar a la edad adulta les costará comportarse asertivamente. Tan prioritario resulta tener la capacidad de decirle al mundo lo que pensamos y sentimos (asertividad positiva) como ser capaces de decir que no (asertividad negativa). Y seamos conscientes de las diferencias de género: “Las niñas buenas no se enfadan” de la mujer es el “los chicos no lloran” del hombre, con el agravante de que esa creencia se ha instaurado en nuestras mentes de una forma mucho más sutil. Por esa misma razón, mientras ellos ya han recorrido un largo camino para soltar una lagrimilla de vez en cuando, a nosotras todavía se nos hace duro mostrar en público nuestro desacuerdo, porque tememos que nos rechacen, o peor aún, que nos tachen de neurasténicas.



·            ALEGRÍA – Nos muestra que hemos logrado algo y nos regala un estallido de hormonas y neurotransmisores para celebrarlo.


·            AFECTO – La principal búsqueda del ser humano, de hecho una de las primeras en la pirámide de necesidades. Todos queremos sentirnos parte de algo mayor, integrados, aceptados, reconocidos, amados en definitiva y el afecto viene para decirnos que somos valiosos.


A priori parecería que las 3 primeras son las emociones negativas a evitar y que las 2 últimas son las deseables por todos, pero si vamos al mensaje interior, las 5 son neutrales, se trata de que se encuentren en equilibrio. Por ejemplo, la alegría fuera de control podría estallar en un ataque de histeria. O el afecto mal entendido podría estancarse hasta derivar en una relación tóxica, en forma de apegos y dependencias emocionales, que son bien distintos del amor.


Cambios: Todo cambio implica un vacío y eso generalmente nos genera ansiedad. Lo que ocurre cuando se produce un cambio es que nos salimos del llamado ‘círculo de confort’ y eso es molesto. El círculo de confort es ese lugar cómodo en el que a todos nos gusta estar, calentitos como en un nido. Este es el espacio de nuestra experiencia actual. Pero sólo cuando salimos de él aprendemos. También es verdad que al salir nos suele dar un poco de vértigo, pero es distinto ese miedo con mensaje de prudencia (que sirve para que estemos atentos) frente al miedo paralizante (que nos bloquea). Si ocurre esto, es que hemos entrado en la zona de pánico, normalmente por haber dado un paso demasiado largo o demasiado pronto; bastaría retroceder un poco y atesorar más recursos que nos ayuden a estar preparados para esa circunstancia.


Las emociones secundarias (rencor, angustia, asco, inseguridad, …) son más difíciles de gestionar, pues están como resabiadas, viciadas, ancladas y cuesta más sacárnoslas del alma. Por ejemplo, la ira no gestionada se convierte en rencor; o un exceso de tristeza no liberada puede llevarnos a un estado depresivo, que ya no es una emoción básica sino un trastorno clínico más serio.

El síndrome superwoman: Las personas hiperexigentes solemos serlo ante todo con nosotros mismos. Y se nos olvida que la exigencia implica una parte que exige y otra parte que se siente exigida, como un bebé, allí pequeñito, compungido en un rincón.

La culpa es un constructo occidental, en las culturas orientales no existe como concepto.

Autoestima no es sinónimo de egoísmo, sino que significa literalmente “amor por uno mismo”. Sería aconsejable resistir la tentación (generalmente bien intencionada) de dar al otro MÁS de lo que tenemos, pues vacíos no le servimos a nadie y sobre todo nos quedamos sin nada dentro para nosotros mismos.



Otro punto de vista sería hablar de emociones sistémicas, aquellas que han quedado escondidas bajo patrones familiares y que trascienden a veces varias generaciones sin haberse resuelto. En estos casos, el coaching sería un buen recurso pero en ocasiones insuficiente, por lo que otras técnicas como las constelaciones familiares podrían ofrecer más pistas sobre los conflictos pendientes y sanar las heridas que no se cerraron bien.

En la mayoría de empresas (y por supuesto de familias) conviven 3 generaciones. Y todas tienen cosas que aportar, con perspectivas diferentes y por ello enriquecedoras.
Los hombres y las mujeres sentimos las mismas cosas pero en distintos contextos y condicionantes. Y por supuesto las expresamos de formas muy variadas, a veces complementarias. Seamos compasivos con los modos de cada uno. Parece una obviedad, pero hablar es la clave de la comunicación… no te vayas a dormir enfadado con tu pareja.


Para mí, todo este planteamiento pasa por una consideración de la salud como un todo integral, no sólo hablamos del cuerpo sino de la paz mental y del equilibrio emocional. Decía un maestro que el cuerpo nos susurra, si no escuchamos nos habla y si seguimos sin prestar atención nos grita. Así que cuando no atendemos a nuestras emociones, suelen somatizar en alguna parte de nuestro cuerpo, como parte de este mensaje conjunto que nos ponga en alerta y nos haga tomar medidas. Por ejemplo, un miedo muy continuado puede provocarnos molestias de estómago, un enfado no verbalizado transformarse en un dolor de garganta o en bruxismo, una culpa o una preocupación cargarse sobre nuestra espalda, una emoción mal tragada atascarse en nuestro sistema digestivo, decenas de síntomas que nos quieren decir algo.

Las teorías sobre las inteligencias múltiples nos hablan de hasta ocho tipos de inteligencia. Pero sin duda la que ha acaparado nuestra atención últimamente es la ‘inteligencia emocional’. En la actualidad se han escrito extensos tratados sobre el tema, pero en mi opinión nada sustituye la experiencia vital de cada uno y un entrenamiento personalizado junto a un profesional.

Lo que más suele costar en las empresas es que algunos ejecutivos descubran que muchas veces tras el problema que están trabajando se esconde una emoción. Y a partir de ahí, comprender que no se puede racionalizar, sino gestionarla. Afortunadamente el mundo empresarial cada vez está prestando más atención a la inteligencia emocional, pues en un mercado tan competitivo los conocimientos ya no son suficiente.


Ser vulnerable no significa ser débil. Pedir ayuda es señal de fortaleza. Cualquier norteamericano verá tan normal hablar de su psicoanalista, como quien acude al dentista si le duele una muela, o al fisioterapeuta cuando nota sobrecarga en una rodilla. Sin embargo, en general por esta latitudes sentimos un gran pudor (muy español por cierto) de ponernos en manos de un especialista de la mente, y ya no hablemos de un experto en emociones, profesión de la que hace unos años ni siquiera se oía hablar. Y no tenemos en cuenta que nuestro cerebro (y nuestro corazoncito, en el sentido metafórico) es el órgano más delicado y complejo de todo nuestro organismo.

Sobre todo no desesperemos: estamos todos aprendiendo. Ya sabes el truco: Pon un ‘todavía’ en tu vida. Cuando te oigas diciendo “no sé”, o “no puedo”, o “no soy capaz”, añádele un ‘todavía. Verás que no te estoy pidiendo que lo cambies por una afirmación positiva, sólo que le des permiso a tu mente para creer que todavía puedes conseguirlo ¿Quién dijo imposible? ;-) El éxito para mí es un viaje: no importa tanto el destino como disfrutar del camino.


Yo personalmente habría agradecido conocer estos enfoques desde que era adolescente, me habría ahorrado unos cuantos disgustos ;-) Espero que en los colegios estén tomado nota y a nuestros hijos ya les estén contando todo esto. Por ejemplo, en las escuelas Waldorf y Montessori se le presta más importancia a todo este aprendizaje emocional, desde la observación espontánea y respetando los ritmos naturales.

De momento, yo me concentro en los adultos pues todavía estamos a tiempo de escucharnos y aprender. Por eso mi trabajo consiste en poner corazón en la empresa, pues una organización consciente hará aflorar todo el talento de las personas que trabajan para ella. Si ponemos luz en lo mejor de nosotros, todos podemos brillar.



FUENTE: Experiencias reales con clientes de Elisa Agudo

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