Ríe, llora, grita, enfádate y ama... ¡es sano para ti! |
MUJER HOY: Qué
sentimientos cree usted que, aunque a priori puedan parecer negativos, son
necesarios y hasta constructivos? ¿Por qué? ¿De qué modo habría que abordar
esos sentimientos y actitudes para sacar lo mejor de aquello que supuestamente
es negativo?”
ELISA AGUDO: Aquí van algunas ideas sueltas,
con la intención de recopilar muchos pensamientos surgidos en charlas y con
clientes, hasta que vayan tomando nueva forma ;-)
El problema comienza cuando creemos que las
emociones son el enemigo y que hay que eliminarlas, reprimirlas, o aguantarse.
O bien, cuando hacemos caso omiso de las mínimas normas de cortesía y las
expresamos desbordadas, sin medida, hiriendo a los demás. En realidad, nuestras emociones son nuestras aliadas,
pero nadie nos contó esto de pequeños. Son la forma que tiene nuestro ser de transmitirnos
un mensaje, igual que el cuerpo lo hace mediante el dolor. Lo importante es reconocerlas,
darles cabida y permitir que se expresen, para que podamos liberar toda esa
energía retenida y fluir con libertad.
Existen diversas teorías al respecto, pero la
mayoría de autores coinciden en que las emociones
básicas son cinco:
· MIEDO – Es la emoción más antigua, la única de cerebro reptiliano. Nos sirve para sobrevivir, pues nos alerta de los peligros para que nos defendamos. El riesgo en el mundo de hoy es que nos enfrentamos a algunos peligros que no son de vida o muerte, algunos ni siquiera son reales sino proyectados. Y el organismo cuenta con dos modos de funcionamiento que se inhiben uno al otro: modo desarrollo y modo defensa. Si entrase un puma en esta habitación, no tendría sentido que las células epiteliales de mi rostro se esforzasen en lucir lustrosas, el cuerpo se enfoca en lo imprescindible para la huida: acelerar el pulso, dilatar las pupilas, segregar adrenalina y dopamina, afinar los sentidos, vaciar los intestinos… lo que en inglés conocemos como el modo fight or flight, lucha o huye. Pero si mantengo ese estado de alerta durante un tiempo excesivo, el cuerpo no distingue entre real y fantasía, mantiene todos los órganos preparados para salir corriendo, a costa de nuestra salud. Prestemos atención entonces a cuál es el miedo que nos atrapa y qué nos quiere decir, para volver a nuestra serenidad, fundamental para vivir sanamente.
·
TRISTEZA – Nos recuerda que
hemos perdido algo y nos invita a
descansar para reponernos. Por eso es tan importante admitir que
estamos en duelo, para dejar salir ese
dolor y volver a encontrar nuestro
centro, nuestra autoestima, nuestra esencia. Opera igual que esos resfriados inoportunos que nos sorprenden a punto
de emprender un viaje o simplemente comenzar el fin de semana. ¿Pero es que no me podía haber puesto malo mejor un
lunes, por favor? - nos decimos. Y no, realmente no. Tu cuerpo ha
entendido que ese estado carencial o stress era una cuestión vital y, hasta que no has bajado la
guardia, no se ha derrumbado agotado, para tratar de recomponer el desaguisado
y poner en marcha toda la maquinaria de recuperación y autosanación. Pues lo
mismo con la pena: siempre nos parece inoportuna, pero precisamente llega en
los momentos en que es precisa una tregua en nuestra vorágine: aprovechemos
para una reflexión profunda, un respiro (ante las prisas) y muchas respiraciones (desde el abdomen, como los bebés).
· ENFADO – Cuando sentimos enfado (o ira, en su máxima expresión) es una clara indicación de que no hemos sabido marcar nuestros límites. A veces volcamos esa responsabilidad en el de enfrente, porque “se han saltado” nuestros límites, esa postura nos resulta más fácil. Recuperemos nuestro poder personal asumiendo que nosotros, sin querer, lo hemos consentido porque la frontera no estaba bien definida. Por eso es tan primordial que sepamos mostrarles este mecanismo a nuestros hijos, pues necesitarán saber hacerlo cuando crezcan. El modelo de amiguismo no funciona correctamente (por mucho que genere relaciones paterno-filiales más apetecibles), porque al llegar a la edad adulta les costará comportarse asertivamente. Tan prioritario resulta tener la capacidad de decirle al mundo lo que pensamos y sentimos (asertividad positiva) como ser capaces de decir que no (asertividad negativa). Y seamos conscientes de las diferencias de género: “Las niñas buenas no se enfadan” de la mujer es el “los chicos no lloran” del hombre, con el agravante de que esa creencia se ha instaurado en nuestras mentes de una forma mucho más sutil. Por esa misma razón, mientras ellos ya han recorrido un largo camino para soltar una lagrimilla de vez en cuando, a nosotras todavía se nos hace duro mostrar en público nuestro desacuerdo, porque tememos que nos rechacen, o peor aún, que nos tachen de neurasténicas.
· ALEGRÍA – Nos muestra que hemos logrado algo y nos regala un estallido de hormonas y neurotransmisores para celebrarlo.
·
AFECTO – La principal búsqueda del ser humano,
de hecho una de las primeras en la pirámide de necesidades. Todos queremos
sentirnos parte de algo mayor, integrados, aceptados, reconocidos, amados en
definitiva y el afecto viene para decirnos que somos valiosos.
A priori parecería que las 3 primeras son las
emociones negativas a evitar y que las 2 últimas son las deseables por todos,
pero si vamos al mensaje interior, las
5 son neutrales, se trata de que se encuentren en equilibrio. Por
ejemplo, la alegría fuera de control podría estallar en un ataque de histeria.
O el afecto mal entendido podría estancarse hasta derivar en una relación
tóxica, en forma de apegos y dependencias emocionales, que son bien distintos del amor.
Cambios:
Todo cambio implica un vacío y eso generalmente
nos genera ansiedad. Lo que ocurre cuando se produce un cambio es que nos
salimos del llamado ‘círculo de confort’ y eso es molesto. El círculo de
confort es ese lugar cómodo en el que a todos nos gusta estar, calentitos como
en un nido. Este es el espacio de nuestra experiencia actual. Pero sólo cuando
salimos de él aprendemos. También es verdad que al salir nos suele dar un poco
de vértigo, pero es distinto ese miedo con mensaje de prudencia (que sirve para
que estemos atentos) frente al miedo paralizante (que nos bloquea). Si ocurre
esto, es que hemos entrado en la zona de pánico, normalmente por haber dado un
paso demasiado largo o demasiado pronto; bastaría retroceder un poco y atesorar
más recursos que nos ayuden a estar preparados para esa circunstancia.
Las emociones
secundarias (rencor, angustia, asco, inseguridad, …) son más difíciles de
gestionar, pues están como resabiadas, viciadas, ancladas y cuesta más
sacárnoslas del alma. Por ejemplo, la ira no gestionada se convierte en rencor;
o un exceso de tristeza no liberada puede llevarnos a un estado depresivo, que
ya no es una emoción básica sino un trastorno clínico más serio.
El síndrome
superwoman: Las personas hiperexigentes solemos serlo ante todo con
nosotros mismos. Y se nos olvida que la exigencia
implica una parte que exige y otra parte que se siente exigida, como un bebé,
allí pequeñito, compungido en un rincón.
La culpa
es un constructo occidental, en las culturas orientales no existe como concepto.
Autoestima
no es sinónimo de egoísmo, sino que significa literalmente “amor por uno mismo”.
Sería aconsejable resistir la tentación (generalmente bien intencionada) de dar
al otro MÁS de lo que tenemos, pues vacíos no le servimos a nadie y sobre todo
nos quedamos sin nada dentro para nosotros mismos.
Otro punto de vista sería hablar de emociones sistémicas, aquellas
que han quedado escondidas bajo patrones familiares y que trascienden a veces
varias generaciones sin haberse resuelto. En estos casos, el coaching sería un
buen recurso pero en ocasiones insuficiente, por lo que otras técnicas como las
constelaciones familiares podrían ofrecer más pistas sobre los conflictos
pendientes y sanar las heridas que no
se cerraron bien.
En la mayoría de empresas (y por supuesto de
familias) conviven 3 generaciones.
Y todas tienen cosas que aportar, con perspectivas diferentes y por ello
enriquecedoras.
Los hombres y las mujeres sentimos las mismas
cosas pero en distintos contextos y condicionantes. Y por supuesto las
expresamos de formas muy variadas, a veces complementarias. Seamos compasivos
con los modos de cada uno. Parece una obviedad, pero hablar es la clave de la
comunicación… no te vayas a dormir
enfadado con tu pareja.
Para mí, todo este planteamiento pasa por una
consideración de la salud como un todo integral, no sólo hablamos del cuerpo sino de la paz mental y del equilibrio
emocional. Decía un maestro que el cuerpo nos susurra, si no escuchamos
nos habla y si seguimos sin prestar atención nos grita. Así que cuando no
atendemos a nuestras emociones, suelen somatizar
en alguna parte de nuestro cuerpo, como parte de este mensaje conjunto
que nos ponga en alerta y nos haga tomar medidas. Por ejemplo, un miedo muy
continuado puede provocarnos molestias de estómago, un enfado no verbalizado
transformarse en un dolor de garganta o en bruxismo, una culpa o una
preocupación cargarse sobre nuestra espalda, una emoción mal tragada atascarse
en nuestro sistema digestivo, decenas de síntomas que nos quieren decir algo.
Las teorías sobre las inteligencias múltiples
nos hablan de hasta ocho tipos de inteligencia. Pero sin duda la que ha
acaparado nuestra atención últimamente es la ‘inteligencia emocional’. En la actualidad se han escrito
extensos tratados sobre el tema, pero en mi opinión nada sustituye la
experiencia vital de cada uno y un entrenamiento personalizado junto a un
profesional.
Lo que más suele costar en las empresas es que algunos
ejecutivos descubran que muchas veces tras el problema que están trabajando se
esconde una emoción. Y a partir de ahí, comprender que no se puede racionalizar, sino gestionarla. Afortunadamente
el mundo empresarial cada vez está prestando más atención a la inteligencia
emocional, pues en un mercado tan competitivo los conocimientos ya no son
suficiente.
Ser vulnerable no significa ser débil. Pedir ayuda es señal de fortaleza.
Cualquier norteamericano verá tan normal hablar de su psicoanalista, como quien
acude al dentista si le duele una muela, o al fisioterapeuta cuando nota
sobrecarga en una rodilla. Sin embargo, en general por esta latitudes sentimos
un gran pudor (muy español por cierto) de ponernos en manos de un especialista
de la mente, y ya no hablemos de un experto en emociones, profesión de la que
hace unos años ni siquiera se oía hablar. Y no tenemos en cuenta que nuestro
cerebro (y nuestro corazoncito, en el sentido metafórico) es el órgano más
delicado y complejo de todo nuestro organismo.
Sobre todo no desesperemos: estamos todos aprendiendo.
Ya sabes el truco: Pon un ‘todavía’
en tu vida. Cuando te oigas diciendo “no sé”, o “no puedo”, o “no soy
capaz”, añádele un ‘todavía. Verás que no te estoy pidiendo que lo cambies por
una afirmación positiva, sólo que le des permiso a tu mente para creer que
todavía puedes conseguirlo ¿Quién dijo imposible? ;-) El éxito para mí es un
viaje: no importa tanto el destino como disfrutar del camino.
Yo personalmente habría agradecido conocer
estos enfoques desde que era adolescente, me habría ahorrado unos cuantos
disgustos ;-) Espero que en los
colegios estén tomado nota y a nuestros hijos ya les estén contando
todo esto. Por ejemplo, en las escuelas Waldorf y Montessori se le presta más
importancia a todo este aprendizaje emocional, desde la observación espontánea
y respetando los ritmos naturales.
De momento, yo me concentro en los adultos pues
todavía estamos a tiempo de escucharnos y aprender. Por eso mi trabajo consiste
en poner corazón en la empresa,
pues una organización consciente hará aflorar todo el talento de las personas
que trabajan para ella. Si ponemos luz en lo mejor de nosotros, todos podemos
brillar.
FUENTE:
Experiencias reales con clientes de Elisa Agudo
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