Me contaron que los tres principales directivos de una cadena de restauración se sentaban todos los días a comer en la misma mesa, puntualmente a las cuatro de la tarde, cuando la hora punta de su negocio se calmaba.
Además de compartir la empresa que habían fundado, compartían sangre, pues se trataba de dos hermanos, un cuñado y un sobrino. Cabría pensar que sus conversaciones girarían en torno a las ventas, los clientes, los proveedores, o el personal. O bien que comentarían las últimas novedades de la familia o de su ciudad de origen. Pero no. Sé de buena tinta que, cuando se acercaba un bautizo o comunión, alguna de sus esposas debía ponerse en contacto con las otras porque, de no hacerlo, alguien se habría perdido el evento por falta de información. Cada vez que uno daba por hecho que “esas cosas ya las hablarían cuando estuvieran juntos”, se equivocaba. Y yo me pregunto: estos señores, tan cercanos entre sí y tan comprometidos con su oficio, ¿de qué hablaban en las comidas?
Lamentablemente, no es un ejemplo aislado. Cuando observamos los
diferentes modelos de comunicación, ‘no comunicarse’ también es una opción.
Desde luego, una de las menos convenientes, pero aun así bastante frecuentada.
Acercando el foco a esta empresa familiar, la conclusión principal a la que
llegamos es que el Equipo de Gerencia tenía, a título individual, distintos
grados de rechazo al conflicto. Y cuando se juntaban todos, su necesidad de
consenso empresarial y sus deseos de tranquilidad personal eran tales, que
habían optado inconscientemente por no sacar temas espinosos a relucir, para
evitar entrar en cualquier discusión o conversación molesta. Aunque por el
camino se perdieran también el lujo de dialogar sobre otras cuestiones más
agradables y enriquecedoras. Y a pesar de que esta noble actitud les llevaría,
a largo plazo y sin ellos preverlo, a una ruptura laboral y familiar más
conflictiva que todo aquello que intentaron impedir durante años. Ninguno de
ellos supo hacerlo mejor, ni pensó en ponerse en manos de un especialista en
conflictos, que les apoyara para sortear sus enormes y sin embargo ocultas
dificultades.
A la hora de gestionar un conflicto, existen diversos factores a tener
en cuenta. Pero sin duda, el más importante es la comunicación, sobre todo si
te encuentras en la cúpula de una compañía. Es cierto que necesitaríamos
analizar…
- tu estilo de liderazgo
- tu habilidad para delegar
- tu capacidad de decisión
- las dotes de tu equipo para ejecutar
- sus relaciones formales e informales
- la estructura de la jerarquía
- la claridad de vuestra estrategia
- transmitir mejor cuál es la estrategia corporativa
- aplicar con efectividad los roles del organigrama
- comprender los flujos afectivos entre colaboradores y las luchas de poder entre departamentos
- pedir coherentemente qué tareas esperas y cómo necesitas que se desarrollen los proyectos
- decidir con la máxima información
- delegar con mayor eficiencia
Tomemos otro ejemplo en el extremo contrario al que veíamos antes. Hace
unos meses, tuve el placer de compartir un par de almuerzos con el Comité de
Dirección de una empresa de recursos humanos a quienes ya conocía de mi etapa
previa en ventas. En vez de la tendencia al silencio de aquellos socios
hosteleros, los componentes de este grupo charlaban amigablemente sobre
cualquier asunto e incluso bromeaban entre ellos cuando surgía algún desacuerdo.
Pensé que lo conseguían seguramente bajo la influencia del sector en el que
trabajaban y gracias a los años que llevaban juntos. Para mi sorpresa, a las
pocas semanas me contactó el CEO para requerir mis servicios como coach y me
planteó como objetivo la gestión del conflicto en su Comité. Generalmente no me
gusta dar nada por sentado, a pesar de lo que mis sentidos hayan podido captar,
por lo que gustosamente le ofrecí una sesión con cada Director para poner sobre
la mesa todo lo que ellos considerasen oportuno. Este Consejero, finlandés de
cuna y mucho más abierto de mente que otros europeos, apostó por la
transparencia y me propuso reunirles a todos en una sesión conjunta para
meternos directamente en harina. Así que reservamos un espacio fuera de la
oficina para cambiar de aires y nos fuimos a pasar el día. Tras una jornada
intensísima de coaching grupal, lo que afloró en la sala de aquel magnífico
hotel se parecía poco a lo que habíamos previsto inicialmente. El origen del
conflicto, según el CEO, era la reciente salida de la corporación del Director
Comercial, lo que (siempre según él) había provocado desconfianzas entre los
otros Directores, desavenencias con su sustituto y una irritante falta de
cercanía hacia él mismo, quien en el ínterin había estado realizando sus
funciones.
Lo primero que hubo que lograr fue que todos los implicados se pusieran
de acuerdo en qué conflictos eran prioritarios para empezar a trabajar. Después
fue preciso manejar con respeto y delicadeza todo lo que se había quedado
atascado durante el cambio de Director Comercial, pues además de importantes
negociaciones que habían permanecido en suspenso por su marcha, detecté que
seguían pendientes varios procesos emocionales de aceptación, comprensión, y
por qué no decirlo, también de duelo. El dolor no gestionado existe también en
el entorno laboral, ¿quién no lo ha sentido alguna vez? Pero desde luego, lo
que sin duda nos llevó más tiempo y esfuerzo fue que salieran a la luz ciertos encontronazos
con el estilo de dirección del CEO, parte primordial del bloqueo en la
situación. Con todos estos ingredientes, la guerra estaba servida y,
obviamente, no les había resultado fácil mantenerse tras las trincheras. Sí, sé
que suena duro, pero no esperarías cambiar tu modo de dirigir sin incorporar
antes nuevas habilidades de comunicación, ¿verdad? Y para ello antes hay que
saber prestar atención. En este caso, la humildad del líder y su escucha activa
fueron determinantes para reconducir las relaciones entre los miembros del
grupo. Adicionalmente, algunas técnicas de comunicación pacífica y la
honestidad de todo el equipo fueron piezas fundamentales para potenciar todos
los aprendizajes y acompañarles a un escenario de conciliación.
No lo dudes. Cuando veas que las relaciones se están deteriorando, que
el trabajo en equipo no está funcionando como debería, o que las discusiones de
tus colaboradores se están saltando unas mínimas reglas de urbanidad, no dejes
que se te vaya de las manos. Para un momento, respira hondo y toma medidas. Un
profesional del coaching te puede mostrar los complejos mecanismos de la
retroalimentación y las tendencias de NVC (comunicación no violenta) más
adecuadas, así como aportarte enfoques muy reconfortantes desde el análisis
transaccional y eficaces herramientas para la asertividad. Al fin y al cabo,
comunicarse bien es todo un arte y aprender a gestionar tus conflictos te
conducirá una vez más a tu mejor versión directiva.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
(Tu opinión me importa):